D3LTA era una enorme macrociudad
cuya extensión cubría prácticamente la totalidad del continente de Aurora. Sus
imponentes edificios de formas imposibles se alzaban cientos de metros,
desafiando la majestuosidad de la propia naturaleza. Penetraba varios
kilómetros bajo tierra, formando un entresijo de miles de millones de túneles y
un sinfín de edificaciones subterráneas que invadían una nada desdeñable
porción de la corteza. En su conjunto, la incesante actividad autónoma de sus
estructuras, en perfecta sincronía con los medios de transporte, unida a la
frenética actividad de sus habitantes, guardaba una hipnótica semejanza con una
maquina de titánicas proporciones y endiablada complejidad.
Demasiado tiempo llevaba Artemis fingiendo formar parte de su sociedad,
y cada vez deseaba con más fuerza la anhelada libertad del exterior. No podía
evitar sentirse atrapada en aquel mundo, ajeno a sus costumbres. Había pasado
los últimos tres años en aquella ciudad, inmersa en una incesante e infructuosa búsqueda
que le había llevado por los rincones más oscuros y peligrosos.
Su misión inicial consistía en recuperar un antiguo manuscrito de
conocimiento arcano, robado durante la guerra. Con el tiempo, sin embargo,
había tenido que replantear sus prioridades, la principal de las cuales
consistía fundamentalmente en sobrevivir. Para ello, le bastaba con esconder su
especial condición, algo no tan sencillo como pudiera parecerle en un
principio.
Las ardientes llamas que albergaba en su interior acrecentaban su
intensidad cada día que pasaba. Notaba el calor en su pecho y sentía el
crepitar del fuego en su mente. Un observador perspicaz podría haber
vislumbrado el peculiar brillo etéreo en sus ojos, en claro contraste con la
inexpresiva mirada de los que carecían del don. Tristemente, en aquel rincón
del mundo, la existencia de quienes eran meramente humanos carecía del más
mínimo interés, aunque por fortuna, aquellas desdichadas circunstancias le
facilitaban enormemente la tarea de ocultar su
especial condición.
Acostumbraba a despertarse cada mañana muy temprano, al alba. Así
evitaba cruzarse con la clase alta de la sociedad: los híbridos. El tenue
resplandor azul que irradiaban sus ojos le provocaba escalofríos. Otrora
humanos, ahora eran cyborgs, alterados genética y morfológicamente. Seres que
no conocían el cansancio o el sufrimiento. Mitad hombres y mitad máquinas. En
constante y frenética evolución, equiparable al progreso tecnológico de D3LTA.
Despreciaban a los no actualizados, a los que veían como seres patéticos y
simples; De carne y hueso. A pesar de todo, las diferencias físicas entre ambos
subgrupos, las cuales evidenciaban su estatus, eran muy sutiles.
Los híbridos, quienes constituían la mayor parte de la población de la
ciudad y disfrutaban de los mayores privilegios, eran los únicos con pleno
derecho a ser considerados ciudadanos.
Los humanos no actualizados eran despreciados y ninguneados por la alta
sociedad. Enormemente condicionados por su nivel económico, constituían un
pequeño porcentaje de la población. Atrapados en la espiral de su propia
miseria, no podían permitirse el coste de ninguna modificación o implante, lo
que a su vez les privaba de buenos puestos de trabajo, retroalimentando el
círculo. Eran mucho menos resistentes que los Meka, y en general, más difíciles
de mantener. Hubo consenso al considerarlos prescindibles. De escasa utilidad,
tanto vivos, como muertos.
De este último grupo formaba parte Artemis, aunque dada su naturaleza,
podría no ser una catalogación muy acertada.
Era una hechicera. Apelativo con el que se denominaba a los magos de
rango inferior. Pese a todo, a simple vista era una humana corriente, de gran
belleza y atractivo físico. Su pelo negro azabache ondeaba al viento de aquella
agradable mañana otoñal, mientras un mechón de su pelo tapaba parcialmente su
rostro, acrecentando su atractivo natural. Sus preciosos ojos negros
jugueteaban escrutando el entorno a la vez que una dulce sonrisa se dibujaba en
su cara. De complexión atlética y curvas sinuosas, atraía con facilidad la
atención de infinidad de pretendientes que esperaban, sin éxito, llamar la
atención de la joven.
Vivía en los suburbios, al igual que el resto de humanos. Y desde hacía
poco más de un año debía tener especial cuidado durante sus incursiones a la
superficie. Allí era donde habitaban los híbridos, y para poder moverse por la
ciudad, se vio forzada a exprimir al máximo su ingenio, puesto que únicamente
los ciudadanos de pleno derecho podían moverse libremente por la superficie. Lo
cual dificultaba el uso de los transportes públicos. Pese a todo, en ocasiones
era necesario utilizarlos, ya que usar la magia como medio de desplazamiento
era inviable en su situación. En cada recodo, la ciudad tenía ojos y oídos que
lo registraban todo, reaccionando a las amenazas con vida propia. Para su
desgracia, los habitantes de D3LTA adoraban La Tecnología como la religión
verdadera y creían que la magia era una herejía que debía ser erradicada. Los
magos eran sencillamente considerados demonios, sin razonamiento alguno que
acompañara tamaña afirmación. Simplemente debían ser purgados. Lo cual no era
más que un eufemismo para hacer referencia al hecho de que debían morir. Era lo
que dictaba la ley.
Sus años en la ciudad habían envuelto su vida en una tediosa monotonía
cuya finalidad consistía en no despertar sospechas acerca de sus
investigaciones. Después de tres años, solo había encontrado vagas pistas que
relacionaban el Códice con algo llamado Proyecto Eden. Había arriesgado mucho
para conseguir un fugaz rastro que se desvanecía en la sombra, recurriendo en
muchas ocasiones a sus habilidades, con el especial riesgo que ello suponía.
Por fortuna, que ella supiera, todavía nadie había logrado desvelar su secreto.
Por otra parte, sus años de experiencia le habían enseñado a confiar en su
intuición. Y en aquel preciso momento, su intuición le decía que estaba siendo
vigilada. Que todo movimiento era observado. Que cada palabra estaba siendo
escuchada y analizada. Sentía que debía tener especial cuidado, pues en un
mundo como aquel, de ser ciertas sus sospechas solo tenían cabida dos
alternativas: huir o morir.
Su misión, a pesar de todos sus esfuerzos, había fracasado
estrepitosamente. Para agravar la situación, se sentía permanentemente
observada y asediada. El temor a estar en grave peligro se había ido
acrecentando con el tiempo. Y en última instancia decidió que había llegado la
hora de partir. Los tres años que llevaba en D3LTA eran mucho más de lo que se
esperaba de ella, y suficientes para justificar su fracaso en la búsqueda del
Códice.
Cansada de todo aquello. Deseaba volver a experimentar la sensación de
la magia al fluir libremente en su interior, sin restricciones. La sentía en
sus venas, calentando agradablemente su piel. Anhelaba volver a proyectarla
desde sus esbeltas manos. Liberarla con gráciles movimientos, como hiciera
antaño en los frondosos bosques de “Irsis”, su tierra natal.
Pensar en todo aquello, le hizo sentirse un paso más cerca del momento
de volver. Añoraba amargamente a su familia y amigos. Se moría de ganas de
deleitar sus sentidos con el dulce aroma afrutado de los árboles del bosque y
escuchar el agradable canto matinal de los pájaros. Faltaba muy poco para que
llegara ese momento. Pronto volvería a estar allí. En casa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario