jueves, 12 de octubre de 2017

Capítulo 3 de mi libro

El capitán Atropos entró en las oficinas centrales de la SM como una exhalación. Tras una rápida observación del sinfín de imágenes que poblaban la cóncava superficie, se dirigió al un oficial que había en la sala.
  -¿Que tenemos? –Preguntó secamente.
  -Señor, se ha activado un código azul en el Sector Norte, distrito 25.
  -¿Contramedidas?
  -Ya hemos enviado cuatro escuadrones Meka.
  -Enviad dos Persecutores.
  -¿Señor?
  -Supervisaré la operación personalmente. Te envío los detalles. Acepta la transmisión.
  -Recibida.
  A simple vista la conversación había finalizado sin más. Lo cierto era que Atropos le había enviado telepáticamente el procedimiento a seguir, tal como acababa de idearlo. Su subordinado había aceptado la recepción, y ahora conocía los mismos detalles que su superior, todo ello en décimas de segundo.
  Atropos era un híbrido apuesto y bien parecido. Aparentaba una edad de unos veinticinco años, aunque realmente tenía ciento noventa y ocho. Medía un metro ochenta y lucía un atuendo ajustado de las fuerzas del SM. Tenía unos intensos ojos azules, de mirada penetrante. Ojos biónicos de corte militar: visión nocturna, zoom y visión térmica eran algunas de las ventajas. También poseía memoria fotográfica, nanorobots reparadores de tejidos que le conferían una extraordinaria capacidad de regeneración celular, así como chips y discos duros alojados en su neocortex cerebral, lo cual le mantenía permanentemente conectado a la propia ciudad y le otorgaban una inteligencia y capacidad de razonamiento sin igual. Como todo híbrido, al nacer fue conectado al ordenador central de la ciudad, donde vivió una vida entera de penurias y miedos. El Stasis, como se la conocía, era la condensación de toda una vida humana en tan solo siete años. Ésta realidad virtual, estaba basada en un tiempo remoto, a principios del año mil novecientos ochenta, en la Tierra.
  Su finalidad era apreciar el valor de la vida humana y experimentar todo el amplio abanico de emociones humanas.
   Una vez culminado ese periodo de existencia, cuya prueba final era la propia muerte, despertó cuatrocientos años en el futuro, en otro planeta distinto, donde comenzaría su aprendizaje y adoctrinamiento, en el cual se fomentaba el odio hacia la magia y a todos sus practicantes. Éste aprendizaje culminaría a la edad de veinticinco años, donde su reloj biológico permanecería inmutable hasta que decidiera abandonar por propia voluntad su existencia y pasar al siguiente nivel. Edén.
  En aquel mundo, donde la vida no tenía fin, habían impuesto un singular modo de mantener la población a niveles aceptables. Solo se engendraba una vida nueva cuando alguien, por accidente o por propia voluntad, dejaba el mundo de los vivos para pasar al siguiente plano de existencia. Donde todo era posible, y donde podría reunirse con sus ancestros en un idílico mundo ajeno al sufrimiento o al dolor. Donde toda carga parecía ligera, y donde le esperaban sus padres.
  Con un simple y fugaz pensamiento, invocó en el garaje de la sede su Moto de curvatura. Montó en ella, y salió disparado a toda velocidad por las calles de D3LTA. Custodiado por cuatro drones de asalto, volaba a ras de suelo sorteando todo tipo de obstáculos sin apenas esfuerzo. Era como si viese las cosas antes de que ocurriesen. Y en cierto modo así ocurría en su mente. Era rápido, era inteligente; era un ser implacable.
  -Señor, hemos localizado el origen de la amenaza –Resonó una voz en su mente.- Al parecer es una hechicera. Se la ha visto por última vez en un transportador del distrito 25, estamos pendientes de obtener la ubicación de destino.
  -Gracias Reeves. –Fue la escueta respuesta
  Atropos mostro una sonrisa maléfica mientras giraba repentinamente por una bocacalle, custodiado por sus cuatro drones.
  Pasó junto a un letrero flotante de vistosos colores:


“Próxima actualización del software neuronal. En breve”

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